sábado, 14 de julio de 2007

La Mandioca (leyenda güaraní)

Cuando probé la mandioca en Misiones quedé fascinado por su sabor, allá acompaña a todas las comidas, más sin embargo en Buenos Aires jamás la había probado. Fue desde aquella primera vez en el verano del 2003 que este tubérculo no puede faltar tampoco en mi casa. Aquí hay dos distintas leyendas sobre la mandioca…

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LA FEA MANDI-Ó (Leyenda Güaraní): Mandi-ó era una niña fea, alta y delgada. Tenía manos grandes con dedos largos. No jugaba con los otros chicos de la selva. Se quedaba paradita, mirando como si quisiera hacerlo, pero no lo hacía. -Mandi-ó, algún día vas a echar raíces- la regañaba su mamá. Y su papá la retaba porque no acompañaba a su mamá cuando salía a buscar frutos silvestres. Recordemos que en aquellos tiempos remotos la gente no conocía la agricultura y sufría grandes hambrunas: solo se alimentaba con los productos de la caza y de la pesca (tareas a cargo de los hombres) y con los frutos de la selva que las mujeres recogían con la ayuda de sus hijos. Pero Mandi-ó, siempre triste y avergonzada por su fealdad, se negaba a acompañar a su mamá y a sus hermanitos en esas salidas. Ella siempre se quedaba en la entrada de la tekoá, la aldea que su padre había construido, en un claro de la selva.Un día Tupá, el Dios de los guaraníes, se apiadó de ella. En sueños le dijo lo que debía hacer para si quería ser importante para toda su gente, le dijó que gracias a ella la gente se alimentaría mejor… Sólo era preciso que algún rayo incendiara un sector de la selva, con lo que se haría un claro en la selva y cuando el terreno quedara despejado ella debía ir allí, para cavar un hoyo y meter en él sus pies. Eso sí, debía pedirles a sus hermanitos que la buscaran al día siguiente. Y así fue como lo hicieron. Cuando todos salieron en busca de Mandi-ó, en el centro del claro vieron una planta desconocida hasta entonces: un arbusto muy verde, de casi dos metros de altura, con grandes hojas en forma de manos y dedos bien largos. Cavaron para desenterrar los pies de la niña; pero en su lugar sólo encontraron gruesos tubérculos. Era la mandioca, planta originaria de esas tierras, cuyo cultivo se comenzó a realizar en claros abiertos a propósito, con hacha y fuego. Desde entonces, los tubérculos de la mandioca fueron utilísimos porque la Mandi-ó o la mandioca acompañó a los guaraníes en su larga migración hacia el Sur, asegurándoles siempre el alimento. Mientras tanto, la misma planta viajó con los tupíes hacia el norte, cruzó el caudaloso Amazonas y, ya en la meseta de las Guayanas, fue adoptada por los caribes quienes la llevaron a las Antillas con el nombre de yuca. Desde entonces, la yuca o mandioca alimenta a millones de americanos, a quienes brinda la fariña, la tapioca y el sabroso pan de cazabe.
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LA NIÑA MADURA: Dice esta leyenda que una joven india apareció embarazada un día ante su padre, Cacique de la tribu. Este quiso indagar para conocer al futuro papá, pero el silencio de la joven permaneció a pesar de todos los interrogantes del Cacique. A los nueve meses nació una niña, a quien llamaron Mani, quién a los pocos meses razonaba con la mentalidad de una persona grande. Sin que nada lo hiciera prever falleció al año. La enterraron en casa de sus padres y su sepultura fue regada todos los días. De pronto un día nació de la misma una planta de cuyo fruto comieron los pájaros, embriagándose. Después observaron que el tubérculo representaba el cuerpo de Mani. Lo comieron y del mismo obtuvieron también una bebida fermentada que fue su vino. Para evitar que dicha planta sufra los perjuicios de la helada, es creencia en el noreste que ello se evita arrancando una rama de dicha planta en Viernes Santo y enterrarla en un lugar del campo.
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